sábado, 8 de noviembre de 2008

UN HERMOSO DIA DE LUTO

Hoy es un hermoso día de luto, sí, el último día de luto es perfecto. Puedo al fin sacarme la ropa negra, vestirme de colores llamativos, pintarme de rojo los labios.
Para mi el luto era sagrado, mi madre me había enseñado a respetarlo. Lo llevaba por treinta días, y como dije antes me vestía de negro, no miraba televisión, no escuchaba música y nada de nada de fiestas o bailes.
El último día era maravilloso, me ponía mi vestido rojo y me iba a un bar a tomar un licorcito. Sí, como verán, lo tengo bien estudiado y aprendido. Es que éste era mi tercer luto. Enterré a tres maridos. La primera vez fue muy difícil, llore los treinta días, la segunda me decía: “¡Que mala suerte la mía!”, ya la tercera fue: “Y bue, a buscar el cuarto”.


Y si, es que en mi pueblo está mal visto que una mujer a mi edad esté sola. En realidad eso le digo a los demás, pero a mi me encanta la vida de casada. Siempre fui muy práctica, y el destino era fantástico calculando los tiempos. Además la naturaleza me regalo una belleza incomparable con respecto a mis competidoras de “novios”.
Les cuento: después de seis meses de novia, me casé a los veinte años con mi primer marido. Era el hijo del dueño del supermercado; pero a los nueve años y seis meses me dejó. El funeral estuvo regular, es que era nueva en esos eventos. Pasaron mis 30 días de luto y me fui a tomar algo al bar de la plaza. Ahí conocí a Osvaldo, un hombre maravilloso. Después de cinco meses de novios, el casorio. Fantástica la fiesta y nueve años y seis meses después fantástico el velorio. Es que ya estaba más canchera.
Al mes siguiente, en lugar de ir al bar, tenía que ir a ver al abogado por el tema de la herencia. Y pensé cuarenta años eran muy pocos para ser viuda, y un abogado era un buen partido. Después de otros 5 meses, mi madre estaba tan feliz de verme casada con un señor de las leyes. Pero bueno, como saben hoy es mi último día de luto, así que ya se imaginaran como termino la historia... cincuenta años y viuda por tercera vez ¡Un horror!
Por suerte, siempre fui al gimnasio y tenía un cuerpo bastante agraciado para mi edad. Así que esta vez fui al bingo y me senté junto a un señor di-vi-no. Si, si, el cuarto marido. Pero ésta vez entre a la Iglesia con un trajecito coral, no quedaba bien que a mi edad, me vistiera con el típico traje de novia blanco.
Lo único que no me gusto de éste marido fue el funeral, espantoso, sin palabras. Más allá de todo, respete el mes de luto, después salí, como siempre, aunque esta vez nadie me saco a bailar, ni me invitó un café, ni me pagó un cartón para el bingo.
Este “después de luto” a mis sesenta años, no era lo que yo esperaba. Igual fui al cementerio, al principio miré la tumba de lejos, después fui acercándome de a poco. Ahí estaba, mi cuarto marido... pobrecito... Estaba tan desolado, tan triste. ¡¿Pero podés creer que después de nueve años y seis meses me haya planificado un velorio tan pobretón?! Y bue, por lo menos la lápida está linda, y mi nombre en letras grandes y bien escrito.
Y si, ¿Qué esperaban? ¿Viuda por cuarta vez? Nooo, hay que cuidar las apariencias. ¡¿Qué diría la gente de mí?!
Señoras y señores, como decía mi madre, hay que morir con dignidad.

FIN

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