viernes, 30 de enero de 2009

CORTITOS

Lo que van a leer a continuación son pequeños cuentos, frases, poemas o ejercicios literarios que escribi en el año 2.005 cuando, con los ahora Kapasulinos, pertenecíamos al Taller Literario El Gusano Maximo.


1- Amarte tiene algo de tristeza
Porque no se si vas o venís,
Si te quedas o no volvés,
Si me preparas el té o te quedas callado



2- Y no me canso de ir y de volver, y no me canso. Por mas que no me hables, como una acusación sin argumentos, volveré. Porque soy quien encenderé las luces de éste cielo, porque soy quien encenderé las llamas de éste fuego. Y como una ráfaga de viento te envolveré.



3- La lluvia cayendo por tus ojos, fue invierno eterno, olvido en el jardín.



4- Soy el mismo hasta ahora, no he cambiado. Soy el mismo, he crecido y madurado, y no he cambiado. Soy el mismo, entre escombros y heridas, y entre cantos y sonrisas. Soy el mismo, hasta ahora y hasta hoy; porque mañana seré otro. Seré otro en tiempo y en espacio. Seré cenizas y seré fuego, llama, calor intenso.


5- El vidrio se rompió cuando escuche el grito, los peces estaban desesperados por salir. La casa estaba mojada y el piso cubierto de sangre, y los peces caminaban y lloraban sobre los pies de Camila, que mantenía su mirada fija en la puerta.



6- Instancias anteriores a que comience a llover
Antes de llover el cielo se entristece, se pinta de gris, y después lo piensa bien y se enfurece, gruñe con fuerza. Toma en sus manos la brisa y la hace viento. Viento que sopla en los árboles y en las chimeneas de las casas. Y está tan molesto que le arranca los brazos al sol y los deja caer en la tierra como rayos.
Hasta que luego le da lastima y se arrepiente y llora como nunca. Entonces… llueve.



7- En este momento llaman a la puerta
¿Quién es? No responden!
Otra vez lo mismo...
Abro la puerta, miro a los dos lados y lo de siempre
Risas. Solo Risas.
Al principio pensé que me venían a traer algo
¡Que lindo! Pasaron las Risas...
Cuando, con el tiempo, no me reí mas,
Sabía que las Risas se habían equivocado de puerta.

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lunes, 26 de enero de 2009

DORMIR SIN ALAS

Morir…no despertar más
Sin tener o no las ganas…
Desplegarse para adentro…
Consumir el fuego
Sin esfuerzo
Y cercar el alma
¿Matarla?


Morir en calma
Sin aspavientos
Sin alharacas
Sin que se sepa
Sin avisar
Sin un cortejo de dolientes
Ni una pira funeraria
Sin cirios
Ni misas
Ni curas
Ni procesiones de dolor
Sin duelos
Sin nada que dejar,
Y sin llevarse nada
Sin justificar la vida,
Que se irá
Y como parte de la nada,
volver a ser nada
dormir sin alas
Desaparecer hoy que no estás
Para que no te roce la daga…
Y para que no me puedas seguir…
Escurrirme como un ladrón
Abrazando la negra capa.

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martes, 20 de enero de 2009

EL GOLEM

1-Simón, Asier y Carlos.
Siempre creí que para acercarse tangencialmente a la perfección del artista había que probar cosas nuevas, experimentar, no caer en la rutina. Este fue mi credo como artista hasta que escuche la historia de los repetidos días de la vida de Simón, el escultor:

Al igual que Leonardo el iba todas las mañanas a algún lugar de la ciudad donde pudiera observar a las personas, sin que posaran. Les sacaba fotografías mentales, de su anatomía muscular en ciertas posiciones, memorizaba proporciones, dibujaba cada detalle.
Casi al mediodía después de un desayuno-almuerzo habría su taller de escultura. A la una de la tarde llegaban Asier y Carlos, un gitano y un chileno que se dedicaban a hacer las molduras de yeso que colocaban cada mañana. Ellos trabajaban en forma independiente de Simón, aunque le entregaban un quinto de lo que ganaban a cambio de usar un espacio en el taller y sus herramientas.


Durante todo el día Simón parecía estar en otro mundo, acostumbraba no responder las preguntas, la mirada perdida, cara de preocupación, mal humor cuando lo desconcentraban; pero a la noche, pasadas las diez, Simón o Carlos cocinaban, cenaban un día caldo, un día arroz, un día caldo, un día arroz y era ahí cuando el escultor volvía a la realidad, solo ahí parecía una personal normal, pero al otro día, al despertar la rutina era la misma secuencia y así de lunes a lunes, los tres vivían en el taller.

2-La edad de la escultura.

El Escultor hacia treinta y cuatro años que trabajaba en el taller, diecisiete que lo había heredado y casi quince que trabajaba por las noches en una escultura humana.
Hacia seis años que recibió un buen dinero proveniente de una herencia y sumado al “alquiler” de una parte de su taller, lo llevo a decidir no aceptar más ningún encargo y trabajar tranquilamente para su escultura.
Le dedicaba casi toda la jornada laboral, más de lo que cualquier otro colega hubiese podido tolerar. Hace dos años dejo de trabajar en el taller por las mañanas, se dedicaba a observar detalles corporales para la escultura.

3- La primera gota cayó en Junio.

En invierno si no cerraban todo y no prendían el hornito, el taller era bastante frío, complicando la movilidad de los dedos; Pero en el verano de Sevilla, por más que ventilaran y usaran en él un extractor eléctrico de aire, el taller era peor que el Sahara. El agua de la heladera era lo único que tornaba soportable la jornada en el lugar.
Un día a las cinco de la tarde, Simón dejo de trabajar, fue a la heladera, tomó agua, salivó en el piso, tomó otro sorbo y se volvió hacia su trabajo. Antes de poner sus manos sobre la arcilla, su mirada se detuvo en el torso de su escultura, enfocada fijamente sobre el plexo solar.
Estaba salpicada.
Las manos se mojan para trabajar sobre la arcilla, pero el estaba trabajando sobre las pantorrillas, giró para ver a Carlos y estaba hablando con un cliente en la vereda. Asier estaba tallando un molde desde hacia rato a unos quince metros.
-¿Cómo se salpicó mi trabajo?, ¿Alguien me lo mojó?, Imposible. El calor me debe hacer alucinar.-Dijo en voz baja.
Se acerco incrédulo a centímetros de las gotas, toco una, ahora la tenia en el dedo. La acerco lo mas focalmente posible al ojo, la miro como mira dios el Atlántico.
Pasaron unos segundos, la llevo a su boca, era salada como la arcilla del río. Se volvió al pecho y miro las otras, y así como se posan las gotas sobre un vidrio, unas caen, otros esperan. Una cayó zigzagueante, reclutó a otras sobre el paso y cayó finalmente sobre el piso de carpeta.

4- El padre de Simón.

Mientras el padre de Simón vivió, su hijo hablo con él mas de lo que hablaría en toda su vida con otras personas.
Lo cierto es que se rumoreaba, que al morir Cesar (el padre de Simón), este había enloquecido y haría una escultura de él en su honor para poner en el cementerio; Otros decían que había enloquecido y que quería crear una estatua de su padre para hablar con el. Pero Cesar y la escultura no se parecían físicamente en nada, uno recordaba a Hércules el otro un cabrito de corral.
Lo que decían los judíos de ahí era que quería hacer un golem, pero el Rabino explicaba que si bien Cesar era muy conocido y frecuentado por ellos, el era católico, lo mismo para su hijo Simón.
La verdad que quiero creer: es que mientras vivió Cesar este nunca le permitió modelar esta especie de Golem.

5- Un pelo de pie.

Era raro que Simón permitiera que alguien entrara en su área de trabajo, tal vez seria Carlos el que mas confianza tenia y se acercaba hasta unos tres o cuatros metros de la escultura para pedir alguna herramienta.
-Necesito el cincel de mango amarillo.-Pidió Carlos
-Esta ahí, en esa cajuela.-señalando un cajón de un mueble.
Lo que ocurría habitualmente era que Simón alcanzara las cosas, pero ese día despertó un tanto pesado, tanto que le costaba levantarse de su banquito. Por su cuenta Carlos quedo esperando unos segundos y dijo:
-¿Lo busco yo?-
Simón asintió con la cabeza y dio un gesto que daba un poco mas de confianza.
La charla siguió, lo habitual pregunta y respuesta, no mas.
-¿Se siente bien Simón?-
-Me siento duro, pero por suerte puedo seguir trabajando. Vaya tranquilo.-
-Después de los cincuenta uno no es el mismo, sabia decir mi padre.-
Ambos rieron.

Simón sentía las piernas entumecidas, pero su obsesión artística le hacia olvidar el problema, solo cuando se levantaba recordaba que sentía las rodillas y tobillos algo duros.
Estaba modelando las pantorrillas, metía las manos en un balde con agua y modelaba la arcilla. Observaba la escultura y recordaba las personas que había visto cada mañana desde hacia dos años.
El calor de junio era pesado, tenia sed y no se podía levantar a buscar el agua de la heladera. Miro abajo y estaba el balde que usaba para moldear la arcilla, era agua turbia, tan turbia que había sedimento en el fondo. Se ve que tanta era la sed y tanto el dolor que sufría, que con sus manos embarradas tomo agua del balde varias veces.
Al otro día ya estaba Simón con su balde para mojar la arcilla y otro con agua y cubos de hielo, a un costado tenia un jarrón para tomar.
Ese día Simón también se sintió pesado.

Seguía trabajando en la parte inferior del cuerpo hasta que sorprendidamente vio un vello en el empeine, lo soplo, no paso nada, se mojo la mano en el balde y lo acaricio, pero seguía ahí, no se había pegado a su mano.
Soplo mas fuerte, y no voló, teorizaba como pudo haber llegado ese vello ahí, tal vez su mano sucia paso por la arcilla fresca y ésta al secarse lo retuvo, pero la arcilla estaba húmeda todavía.

Se levanto esta vez, hizo el esfuerzo, busco la pinza más pequeña y se volvió a su banquito.
No servia, si sacaba el pelo seguro se le marcaba la escultura, la marcaba mínimamente, pero la marcaba al fin. - - Dejo el pelillo para mañana, veo como lo saco.- Dijo en vos baja.


6- Unos pelos de pie.

Al otro día puso cera a calentar, una vez caliente cargo la espátula y fue a buscar al vello del pie, que no estaba solo, ya había otros vellos. Los contó, recorrió el cuerpo y fue descubriendo minúsculos pelos corporales en toda su superficie.

- O estoy delirando o me están timando una broma.- Dijo solo y a nadie en tono normal de conversación.
Se sintió primero desconcertado, segundo serio, tercero ofendido, después dubitativo. Paso a encerar todo el arcilloso e inerte cuerpo.
Una vez sacada toda la cera del cuerpo, se sentó y siguió trabajando en la zona pélvica.
Pasado el minuto de trabajo vio una gota que caía de vuelta desde el pecho. Pensó que otra vez se salpico, se irguió como pudo y vio que el recorrido de la gota venia de otra parte. No era una gota de agua, no era una gota de sudor, era una lágrima. Esa lágrima era la primera que se escapo de unos ojos mojados.
Fue ahí, al tercer indicio cuando noto que su obsesión echa en arcilla también respondía a estímulos; sudó con el calor, le creció pelo para soportar el frío de la noche, lloró cuando la quemo con cera.
Tal vez lo descubrió en ese momento, o siempre lo supo y ese día lo logro.
Tal vez solo su padre intuyó lo que pasaría.

7- El ultimo toque.

Con esto que paso Simón estaba mas obsesionado todavía, ya casi ni dormía. Llego a trabajar tres semanas seguidas, parando solo para dormir una o dos horas por noche; hasta que su cuerpo de cincuenta y dos años callo desmayado por la fatiga; un envejecimiento anticipado era el resultado de castigar tanto el cuerpo.
Ningún doctor vino a verlo, solía caerse desvanecido por las noches y al otro día retomaba su trabajo.
Mientras trabajaba, mas dañaba su cuerpo, mientras mas trabajaba, mas vida parecía tener esta especie de golem; su cuerpo parecía envejecer, pero no envejecía, se volvía arcilloso. Su tangencial perfección y su amor por lo que hacia, tal vez volvían la carne en arcilla y la arcilla en carne.
Las horas pasaban y su cuerpo se volvía cada vez mas duro, cada movimiento costaba diez veces más.
El golem tenía ya uñas humanas que crecían día a día, tenía cabello. Simón tenia uñas de arcilla y estaba calvo, su corazón latía mas despacio, el del golem podía escucharlo Simón al acercársele.
El golem con el paso de los meses podía mover mínimamente los dedos y parpadear.

Se cree que a esta altura la estatua podía ver, porque Simón ya no distinguía nada a más de cinco metros.
Simón también estaba perdiendo su lucidez, ya casi ni olía, ni degustaba nada, y solamente oía si le gritaban.
Su capacidad de hablar era lo único que no se complicaba. Y hablaba todo el día, le hablaba al Golem, y este le escuchaba, le sonreía, le fruncía el ceño.
Pero Simón estaba en sus últimos movimientos, nadie sabrá nunca cual fue el último.
Solo Dios lo sabe.

Habían quedado los dos a medio vivir, mitad carne, mitad arcilla.

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viernes, 16 de enero de 2009

EL ULTIMO JUEVES

Hoy, el último jueves de agosto, decidí escribirle una carta.
Pensé contarle del frio que hizo, que llovió todo el día y que no deje de pensar en él.
Pensé en contarle de mi vida, preguntar sobre su familia y seguir hablando sobre el clima.
Y aunque tenía muchas cosas que decirle, la hoja quedo medio vacía, entonces le agregué una foto mía. La pegue en el papel para que no pareciera una carta incompleta.

Busque en el cajón un sobre de color, entre el rojo y el verde elegí el verde, porque si le mandaba el otro iba a parecer una carta de amor.
Me puse el abrigo, y fui caminando hacia el correo. Hacia frio y ya estaba anocheciendo.
Hice la cola, me atendió el empleado, le pague, y le puso al sobre verde una estampilla. Lleve la carta al buzón, quede por unos segundos mirando fijamente el buzón. Un hombre me interrumpió, y solté la carta.
Mientras me hablaba la vi deslizarse lentamente, y me di cuenta que no le puse su dirección, pero no hice nada, y me fui.
Quizás otro día le volvía a escribir.

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sábado, 10 de enero de 2009

GALILEO

Galileo no tuvo suerte cuando nació en éste mundo.
Tal vez porque era muy fea su nariz, los ojos pardos algo saltones, la boca pequeña de labios finos no invitaba a besar. Su cuerpo grande no era armónico, más bien deforme, los pies demasiado grandes y una maldición familiar en las manos que las hacía ásperas para acariciar.
Igualmente un día no quiso hacer caso al espejo, ni a las burlas de los chicos en la escuela, ni a los comentarios hirientes de su madre y se llenó de optimismo, tan común en los jóvenes, o por que era primavera, se sintió feliz.


Le gustó su perfil acomodó su cabello negro, se perfumó, y salió porque leyó, “El amor te hace bello” en una revista del corazón.
Pensó en el amor, en lo bello que lo haría, lo feliz que al fin sería y repasó todo lo que tenía para dar.
Tenía en el corazón un libro de poemas escondido, un amor incondicional por las tardes de verano, quería regalar paseos de la mano, caricias en la espalda, buenos días a la mañana, besos en las mejillas y silencios absolutos para mirarse con amor.
Todo…todo lo dio…
Nadie habló con él de recibir.
Nadie lo aconsejó a tiempo.
Porque nadie creyó que hiciera falta decirle nada, para eso estaba el espejo.
Galileo…Galileo…Ahora sabe que en su pecho hundido por el asma, latía un corazón que hoy carga en la joroba de su espalda destrozado por el dolor.
Ahora sabe que no hay que dar hasta que no te quede nada.
Ahora sabe la verdad.

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sábado, 3 de enero de 2009

LA BODA

No todo lo que brilla es oro, dijo Amelie con el anillo de bodas de su hermana entre los dientes.
¿Quién hubiera dicho que el futuro marido, de apellido Millonario, no tenía ni un centavo en el bolsillo?
¡Que estupidez!, se escuchaba entre los invitados, ¿Cómo van a suponer que el hombre tenía plata únicamente por su apellido? ¡Que gente ignorante!
Y ahí estaba la novia, Angélica Maria del Carmen Concepción, pataleando sobre la cama, y gritando histéricamente, mientras que sus parientes la miraban indignados llevándose los regalos. Devastados, se iban de la fiesta, vestidos con todo lo que habían encontrado en el ropero y sin poder disfrutar de la supuesta fortuna del supuesto marido.
¡Un horror! Decía la tía Carlota, consolando a la madre de la novia para que no se arrancara más los cabellos.


El padre de la novia, sin dejar de tomar todas las botellas de vino que encontraba, pensaba en como iba a pagar lo que había gastado a cuenta: el auto, la casita en Mar de Ajó, la cuota del club de golf. Su pensamiento fue interrumpido cuando le arrancaron la botella de las manos, los del servicio de catering, que se llevaron todo rápidamente, hasta los muñequitos de la torta.
Pero lo peor todavía no llegaba, apareció el diseñador del vestido que muy ofuscado e insultando en francés, la tomó de los pelos y a coro de mentirosa y ladrona de sus súbditos maquilladores y peinadores, le sacó el vestido, los zapatos y la ropa interior, y se fue, dejándola desnuda, despintada, despeinada.
De pronto, Angélica María del Carmen Concepción, lanzó un gruñido y una mirada temeraria. Todos dieron un paso hacia atrás, nadie se animaba a decir una palabra.
Salió de la habitación, recorrió todo el patio desnuda, hasta que se encontró frente a frente con su supuesto futuro marido supuestamente millonario. Lo miro, de arriba abajo, con el traje alquilado, con el Fiat Europa modelo ’80, detrás de él.
Todos esperaban el momento en que se le tirara encima como una fiera para matarlo. Pero no. Lo tomó de un brazo y se subieron al auto. Sin mirar atrás, se fue para siempre, para no volver.
Y si alguna vez, se encontrara con alguien conocido, hablaría como si nada hubiera pasado y diría que su marido era gerente de una compañía internacional.
Todo sea, por la maravillosa satisfacción, de aparentar.

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