viernes, 26 de febrero de 2010
EL GRITO por Maria Susana
Quiero ser “EL GRITO”
y que no haya nadie en el mundo
capaz de sofocarme.
Ser “EL GRITO”
de horror a la tormenta.
Ser “EL GRITO”
de amor o de vergüenza.
Ser “EL GRITO”aún
en medio de la nada.
Ese mismo
que sale de tu alma.
Ser “EL GRITO”que abra tus heridas
y en la garganta desgarrada
maldiga la nostalgia
que brota en carne viva.
No ser mas …que un grito
eterno, inmortal,
fugitivo… incontrolable.
Luz y oscuridad,
vida y muerte,
principio y fin místico.
Delirante…agonizante…
Que se anide en el silencio de tu pena,
asechador, cobarde,
refugiado en tu dolor…
para vengarme.
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Maria Susana Ferreira,
poemas
domingo, 21 de febrero de 2010
Opel
En una noche donde solo se oía el ruido de los grillos, un rugido marca Opel sacudió la tranquilidad. La saeta verde preparada para competiciones pasó por el frente del pueblerino hospital. Las intensas ondas sonoras se metieron en cada rincón de la zona, incluso a través de los gruesos muros del viejo hospital, uno de esos lugares fue en la sala 207.
Esa noche una cama estaba vacía y en la otra cama una mujer mayor; despegó sus arrugados parpados, el estruendoso motor cortó su sueño. No volvió a dormir, pasó quince minutos mirando el techo, ida en la banalidad, su concentración se esfumó cuando la central del aire acondicionado se apagó. Miró el reloj despertador (que era de ella) y vio las agujas posicionadas en las tres y cuarto, volvió a mirar el techo durante otros diez minutos, después de esa meditación se levantó.
El pie izquierdo fue el primero en contactar el frio suelo de mosaicos. La cama era alta y el descenso evito ser brusco. Con pocos pasos la anciana alcanzó la puerta, la abrió con suavidad sin hacer ningún ruido. No había un alma en el pasillo, ni las lámparas fluorescente hacían ruido; La anciana miró a ambos lados como niño que cruza la avenida y abrió con suavidad la puerta de la habitación opuesta.
Había dos camas ocupadas, reconoció que en una a un joven, en la otra no distinguió nada. La claridad entrante del pasillo llamó la atención de un tercero que sentado en una silla velaba por el internado. Quien le miró con asombro.
-Disculpé, me equivoqué.-susurró a quien le empezó a mirar con un gesto que denotaba molestia.
Se volvió sobre sus pasos y miró el otro extremo del pasillo, miraba la sala de enfermería. Se volvió hacia la habitación contigua a la suya (la 208) avanzó nuevamente como una gacela que desconfía de algo, con sigilo fiel.
Había una sola persona, estaba conectada por tubos y cables a unos cuantos aparatos eléctricos y tenia dos sueros distintos. La anciana se le acercó en silencio, estiró su brazo y movió levemente las chapitas de los sueros, se agachó y tiró del enchufe, dio media vuelta y se retiró sin mirar atrás.
Llegó a la puerta y siguió por el pasillo, unas voces salían del interior de la 206, pegó su oreja a la puerta y lo confirmó.
Siguió hasta la 205, la puerta estaba abierta, había un octogenario muy delgado en la cama. Su cuerpo lucia famélico.
Ella entró, Él estaba despierto por el calor; La anciana diez años menor que Él, se le acercó lentamente, mostrando una sonrisa compareciente. El moribundo anciano la miraba mientras ella le rodeaba la cabeza con sus manos, esas mismas manos tomaron la almohada y la apoyaron sobre su rostro. Un par de débiles manotazos fue el pobre intento de ese hombre por sobrevivir.
La sirena de la ambulancia se oyó desde la esquina, en puntas de pie la señora se acercó a la ventana a curiosear. Bajaban a un joven de la camilla, era de un accidente automovilístico.
Volvió para confirmar que el anciano no respirase mas, dejó todo como estaba. Se acercó a la puerta a espiar, la gente de la guardia médica había dejado la habitación vacía. De la habitación frente a la suya salió la persona que cuidaba al internado, bajó las escaleras. La anciana se dirigió a la guardia, entró y revisó un par de cajones, tomó un guante y una cuchilla y se volvió a la primera sala adonde entró, fue directo y con lentitud al más joven, con una mano atrás, ocultando su arma. El muchacho estaba despierto, pues necesitaba mas calmantes para su pierna
-¿Doña… se perdió nuevamente?.-Dijo sin importar que el otro durmiera.
-No soy Doña, soy la Tía.- Respondió la mujer.
-No señora, usted se perdió, vuelva a su habitación.-
-Dale un beso a la tía que hace mucho no te ve.-
El joven no queriendo dejar de ser educado y con total confianza le siguió como quien dice: la corriente. Se acerco y la abrazó, la anciana atinó con brusquedad una puntada sobre el cuello de la victima, desangrando al joven, que no tardó en tomarse el cuello con una mano y con la otra sujetaba su arrugado brazo. La mujer intentaba zafarse clavando el acero en el ya sangrado pecho. La cortada garganta del muchacho no pudo denunciar por ayuda, se quedo mudo, por mas que soplaran sus pulmones, ningún ruido volvió a escuchársele.
La bata de la homicida apenas se ensució. Tiró el cuchillo bajo la otra cama y salió directo a su cuarto, nadie la vio.
En el pasillo se escuchaban dos personas susurrando en tono agresivo, se paró detrás de la puerta para oír.
-No puedo darles mas calmantes sin la autorización del medico.-
-Trae al medico entonces.-
-Esta con el tipo del Opel.-
-¿Podría por lo menos mirarle la sutura?-
El enfermero asintió y entraron a la habitación, un grito que evidenció el descubrimiento del crimen despertó a cada persona en el piso. La vieja tiró su guante por el inodoro y después lavó su bata, la que luego escondió en una bolsa que colocó en la mochila del inodoro. Se vistió con una nueva y se acostó.
En el hospital se generó una conmoción. Todos los médicos fueron a la 215 en vano, los oficiales de la provincial no demoraron en llegar. Detrás de la puerta de opuesta la anciana dormía plácidamente.
A las pocas horas, ya el día amanecido, se despertó con el ingreso de dos enfermeras, que en una camilla traían a un hombre joven accidentado.
La vieja los miraba de reojo, las mujeres eran simpáticas con él. El joven estaba algo inquieto, tal vez por su accidente.
-Tuviste suerte, tu auto quedó muy mal según contaron los bomberos.- Dijo una de ellas
-Mi pobre Opel, me acompaño en tantas.-Respondió como quien pierde a un amigo.
-No te va a acompañar más. Je.-
-¿Qué pasó que hubo tanto alboroto?- Preguntó el joven paciente.
-Un caso policial, cada tanto pasa esas cosas.-Respondió la misma enfermera,
-si,.. Cada cuatro o cinco años. Nunca resuelven nada. -Acotó la otra.
-Cuando se te desinflame la pierna volvemos.- Agregó mientras le colocaba el suero en su lugar. Sonrieron y se fueron dejando al joven con la anciana. Un precario biombo separaba las camas, la vieja esperó unos diez minutos y se levantó, movió el biombo y miró al joven.
-¿Y mamá?¿Como me salió?-
-Vos bien hijo.-
-¿Y vos?-Volvió a preguntar
-Poco pude hacer.Casi me agarran.-
Leer más...
Esa noche una cama estaba vacía y en la otra cama una mujer mayor; despegó sus arrugados parpados, el estruendoso motor cortó su sueño. No volvió a dormir, pasó quince minutos mirando el techo, ida en la banalidad, su concentración se esfumó cuando la central del aire acondicionado se apagó. Miró el reloj despertador (que era de ella) y vio las agujas posicionadas en las tres y cuarto, volvió a mirar el techo durante otros diez minutos, después de esa meditación se levantó.
El pie izquierdo fue el primero en contactar el frio suelo de mosaicos. La cama era alta y el descenso evito ser brusco. Con pocos pasos la anciana alcanzó la puerta, la abrió con suavidad sin hacer ningún ruido. No había un alma en el pasillo, ni las lámparas fluorescente hacían ruido; La anciana miró a ambos lados como niño que cruza la avenida y abrió con suavidad la puerta de la habitación opuesta.
Había dos camas ocupadas, reconoció que en una a un joven, en la otra no distinguió nada. La claridad entrante del pasillo llamó la atención de un tercero que sentado en una silla velaba por el internado. Quien le miró con asombro.
-Disculpé, me equivoqué.-susurró a quien le empezó a mirar con un gesto que denotaba molestia.
Se volvió sobre sus pasos y miró el otro extremo del pasillo, miraba la sala de enfermería. Se volvió hacia la habitación contigua a la suya (la 208) avanzó nuevamente como una gacela que desconfía de algo, con sigilo fiel.
Había una sola persona, estaba conectada por tubos y cables a unos cuantos aparatos eléctricos y tenia dos sueros distintos. La anciana se le acercó en silencio, estiró su brazo y movió levemente las chapitas de los sueros, se agachó y tiró del enchufe, dio media vuelta y se retiró sin mirar atrás.
Llegó a la puerta y siguió por el pasillo, unas voces salían del interior de la 206, pegó su oreja a la puerta y lo confirmó.
Siguió hasta la 205, la puerta estaba abierta, había un octogenario muy delgado en la cama. Su cuerpo lucia famélico.
Ella entró, Él estaba despierto por el calor; La anciana diez años menor que Él, se le acercó lentamente, mostrando una sonrisa compareciente. El moribundo anciano la miraba mientras ella le rodeaba la cabeza con sus manos, esas mismas manos tomaron la almohada y la apoyaron sobre su rostro. Un par de débiles manotazos fue el pobre intento de ese hombre por sobrevivir.
La sirena de la ambulancia se oyó desde la esquina, en puntas de pie la señora se acercó a la ventana a curiosear. Bajaban a un joven de la camilla, era de un accidente automovilístico.
Volvió para confirmar que el anciano no respirase mas, dejó todo como estaba. Se acercó a la puerta a espiar, la gente de la guardia médica había dejado la habitación vacía. De la habitación frente a la suya salió la persona que cuidaba al internado, bajó las escaleras. La anciana se dirigió a la guardia, entró y revisó un par de cajones, tomó un guante y una cuchilla y se volvió a la primera sala adonde entró, fue directo y con lentitud al más joven, con una mano atrás, ocultando su arma. El muchacho estaba despierto, pues necesitaba mas calmantes para su pierna
-¿Doña… se perdió nuevamente?.-Dijo sin importar que el otro durmiera.
-No soy Doña, soy la Tía.- Respondió la mujer.
-No señora, usted se perdió, vuelva a su habitación.-
-Dale un beso a la tía que hace mucho no te ve.-
El joven no queriendo dejar de ser educado y con total confianza le siguió como quien dice: la corriente. Se acerco y la abrazó, la anciana atinó con brusquedad una puntada sobre el cuello de la victima, desangrando al joven, que no tardó en tomarse el cuello con una mano y con la otra sujetaba su arrugado brazo. La mujer intentaba zafarse clavando el acero en el ya sangrado pecho. La cortada garganta del muchacho no pudo denunciar por ayuda, se quedo mudo, por mas que soplaran sus pulmones, ningún ruido volvió a escuchársele.
La bata de la homicida apenas se ensució. Tiró el cuchillo bajo la otra cama y salió directo a su cuarto, nadie la vio.
En el pasillo se escuchaban dos personas susurrando en tono agresivo, se paró detrás de la puerta para oír.
-No puedo darles mas calmantes sin la autorización del medico.-
-Trae al medico entonces.-
-Esta con el tipo del Opel.-
-¿Podría por lo menos mirarle la sutura?-
El enfermero asintió y entraron a la habitación, un grito que evidenció el descubrimiento del crimen despertó a cada persona en el piso. La vieja tiró su guante por el inodoro y después lavó su bata, la que luego escondió en una bolsa que colocó en la mochila del inodoro. Se vistió con una nueva y se acostó.
En el hospital se generó una conmoción. Todos los médicos fueron a la 215 en vano, los oficiales de la provincial no demoraron en llegar. Detrás de la puerta de opuesta la anciana dormía plácidamente.
A las pocas horas, ya el día amanecido, se despertó con el ingreso de dos enfermeras, que en una camilla traían a un hombre joven accidentado.
La vieja los miraba de reojo, las mujeres eran simpáticas con él. El joven estaba algo inquieto, tal vez por su accidente.
-Tuviste suerte, tu auto quedó muy mal según contaron los bomberos.- Dijo una de ellas
-Mi pobre Opel, me acompaño en tantas.-Respondió como quien pierde a un amigo.
-No te va a acompañar más. Je.-
-¿Qué pasó que hubo tanto alboroto?- Preguntó el joven paciente.
-Un caso policial, cada tanto pasa esas cosas.-Respondió la misma enfermera,
-si,.. Cada cuatro o cinco años. Nunca resuelven nada. -Acotó la otra.
-Cuando se te desinflame la pierna volvemos.- Agregó mientras le colocaba el suero en su lugar. Sonrieron y se fueron dejando al joven con la anciana. Un precario biombo separaba las camas, la vieja esperó unos diez minutos y se levantó, movió el biombo y miró al joven.
-¿Y mamá?¿Como me salió?-
-Vos bien hijo.-
-¿Y vos?-Volvió a preguntar
-Poco pude hacer.Casi me agarran.-
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jueves, 18 de febrero de 2010
CADÁVER EXQUISITO 7 CON SILVINA
El domingo 30 de Enero,recibimos la grata visita de Sil de "Las últimas palabras", en nuestro querido Taller Kapasulino y junto con ella realizamos un cadáver exquisito.
Cadáver exquisito es un ejercicio literario que se realiza en grupo. Un integrante escribe tres oraciones, tapa las dos primeras y pasa la hoja al siguiente compañero. Este solo ve el final y a partir de eso escribe tres oraciones. Como el compañero anterior pasa la hoja tapando sus dos primeras oraciones, y así sucesivamente hasta llegar al ultimo compañero.
Para leer el cadáver exquisito realizado por: Susana, Carla, Iván, Sil,y Lichi, Cliquea en Leer más....
Tengo el cuerpo cubierto de espinas y el alma que llora en silencio por tu amor que se va con el viento.
y yo me quedo sola, mirándote ir, la tristeza de tu ida me lastima el alma.
No miraste para atrás. No viste mi llanto. Un alma rota es difícil de curar.
Porque un espíritu herido sangra y no logra morir. Porque la sangre emanada no se ve ni coagula. Porque cuando un cristal se quiebra no hay retorno.
Y es cuando no hay pegamento para unirlo, porque por mas que se intente, queda cicatrizado como el corazón, y comienza el ardor, y sangra hasta manchar la conciencia.
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Cadáver exquisito es un ejercicio literario que se realiza en grupo. Un integrante escribe tres oraciones, tapa las dos primeras y pasa la hoja al siguiente compañero. Este solo ve el final y a partir de eso escribe tres oraciones. Como el compañero anterior pasa la hoja tapando sus dos primeras oraciones, y así sucesivamente hasta llegar al ultimo compañero.
Para leer el cadáver exquisito realizado por: Susana, Carla, Iván, Sil,y Lichi, Cliquea en Leer más....
Tengo el cuerpo cubierto de espinas y el alma que llora en silencio por tu amor que se va con el viento.
y yo me quedo sola, mirándote ir, la tristeza de tu ida me lastima el alma.
No miraste para atrás. No viste mi llanto. Un alma rota es difícil de curar.
Porque un espíritu herido sangra y no logra morir. Porque la sangre emanada no se ve ni coagula. Porque cuando un cristal se quiebra no hay retorno.
Y es cuando no hay pegamento para unirlo, porque por mas que se intente, queda cicatrizado como el corazón, y comienza el ardor, y sangra hasta manchar la conciencia.
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Cadaver exquisito
sábado, 13 de febrero de 2010
TALLER ABIERTO FEBRERO '10
Como ya todos saben una vez por mes publicamos el trabajo de nuestras visitas.
En este caso nos visitan Luis Serrano Pozuelo y Miguel Aguilera .
A continuación encontrarán una pequeña reseña de cada uno, luego, para leer sus textos, cliqueen "leer mas".
Luis Serrano Pozuelo nació en Madrid, y allí ha vivido a lo largo de sus sesenta y dos años.
Es un lector compulsivo de novela con una larguísima lista de autores preferidos entre los que cabría destacar a Irene Némerovsky, Paul Auster, John Irving, Sándor Marai, Hanuki Murakami y un extenso etc.
Pueden visitar su blog: Suma de Letras
Hoy nos regala "Andando"
Miguel Aguilera tiene 37 años y es de Río Cuarto, Córdoba, Argentina
Tiene dos blogs "El Errante" y "Literato"
Nos cuenta que envió su texto porque personas que visitan su blog, visitan el nuestro y le pareció interesante participar en nuestro blog.
Escribe narrativa en prosa y nos dice que lo hace sin esfuerzo y con sumo placer.
Hoy nos regala: La noche siempre es menos cruel que el día.
ANDANDO por Luis Serrano Pozuelo
Si andando una mañana por la vereda que conduce al ir y venir de la memoria, del recuerdo, encuentras una sombra con dedos y labios, no le digas de mis letras, no le hables de mis silencios
Si mientras retuerces el pasado arisco de un ayer que cayó en desgracia, encuentras una horquilla de alma dislocada, de almanaque de pozo y negrura, no mires a los ojos de quien te pregunte y continua el camino que se desliza entre castaños y abedules.
No preguntes, no te detengas, no mires atrás, allí de dónde vienes viviendo sin humo y sin pincel y abraza la tersura del viento que, va y viene, buscando un lugar en donde implantar su vecindad amortiguada.
Quédate parado en el filo de ese tiempo, que solo los que ya bebieron del barranco desolador de la victoria, conocen como suyo, y del que, solo el sonido de sus timbales inmunes a la luz y al soplo, ponen abundancia de deseo y mechero, lumbre y asilo.
Si andando una mañana, retuerces el pasado arisco, no preguntes, no mires a los ojos, quédate parado y escucha lo que tendrán que decirte tus entrañas sierpes.
La noche siempre es menos cruel que el día por Miguel Aguilera
El día que George Harrison escribía la canción “Someplace Else” ella y yo hacíamos el amor. No sé bien en qué etapa de nuestra relación estábamos, tampoco sé si coincidía con la primera estrofa o las que continúan, pero sí sé que la tarareábamos en la oscuridad recorriéndonos los cuerpos con las manos, y besando toda aquella extensión de piel que deseásemos. Pequeños e insignificantes, así éramos en esos días, pero aunque fuésemos un punto perdido en el universo todo lo que se hallaba en él mismo convergía completamente dentro de nosotros dos.
Por las noches, en medio de la oscuridad, esa misma canción sonaba una y otra vez mientras el vinilo giraba sin agitarse en el viejo tocadiscos. Qué bonitos tiempos. Los tiempos bonitos deben atesorarse, siempre he pensado eso. Envueltos en sábanas o aún con nuestros cuerpos desnudos y empapados en sudor esa chica y yo nos atrevíamos a cantar aquella canción sin siquiera pensar si era el principio o el fin, si íbamos o veníamos, si era enamoramiento o verdadero amor. Y el miedo se hincaba en medio de la oscuridad como un alfiler profundo que se clava dentro de la carne hasta llegar a tocar el espíritu. Ese dolor fino y punzante nos daba un soplido de realidad, nos intentaba asustar y sucumbir a la idea del “dos son uno”, y aún así ninguno de los dos dejaba de cantar y abrazar y acariciar al otro.
He estado con muchas mujeres en una cama pero ninguna era igual a la anterior, ni tampoco mejor, ni mucho menos peor. En ese ring cuadrado mi cuerpo con el de ellas jugaba un frenesí único y libre. Pero todo fue hasta que George Harrison escribió aquella canción. Ese día lo cambió todo para mí y esa chica estaba junto a mí el día del cambio. Los grandes cambios se producen así, en una milésima de segundo, y por eso son grandes cambios. Pues aquel fue un gran cambio en mi vida. Dentro de aquel ring en que me sumergía por las noches con ella todo era más que armónico; y aunque ambos sin decirnos palabra alguna nos mirásemos como parados al borde de un abismo lográbamos entender e interpretar que aquel momento que vivíamos era único e irrepetible. ¿Tan difícil es entender eso?, me he preguntado muchas veces. Antes sí, me respondí, pero desde aquel día vivir el momento pasó a formar parte de los principios de mi propia vida.
No importaba si afuera había nieve, vientos huracanados o lluvia, dentro había paz. Un microclima se autogeneraba en el momento que el primer acorde de la guitarra de George Harrison sonaba en el aire transportándonos así a esa famosa nube número nueve. Y allí en la nube, la noche era menos cruel que el día y ambos podíamos amarnos, reconocernos y pensar que aunque el tiempo siguiese pasando y la nube desapareciese cada vez que escucháramos aquella hermosa canción los dos sabríamos que hay un único punto en el universo en donde el tiempo nos eligió a nosotros para formarlo.
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En este caso nos visitan Luis Serrano Pozuelo y Miguel Aguilera .
A continuación encontrarán una pequeña reseña de cada uno, luego, para leer sus textos, cliqueen "leer mas".
Luis Serrano Pozuelo nació en Madrid, y allí ha vivido a lo largo de sus sesenta y dos años.
Es un lector compulsivo de novela con una larguísima lista de autores preferidos entre los que cabría destacar a Irene Némerovsky, Paul Auster, John Irving, Sándor Marai, Hanuki Murakami y un extenso etc.
Pueden visitar su blog: Suma de Letras
Hoy nos regala "Andando"
Miguel Aguilera tiene 37 años y es de Río Cuarto, Córdoba, Argentina
Tiene dos blogs "El Errante" y "Literato"
Nos cuenta que envió su texto porque personas que visitan su blog, visitan el nuestro y le pareció interesante participar en nuestro blog.
Escribe narrativa en prosa y nos dice que lo hace sin esfuerzo y con sumo placer.
Hoy nos regala: La noche siempre es menos cruel que el día.
ANDANDO por Luis Serrano Pozuelo
Si andando una mañana por la vereda que conduce al ir y venir de la memoria, del recuerdo, encuentras una sombra con dedos y labios, no le digas de mis letras, no le hables de mis silencios
Si mientras retuerces el pasado arisco de un ayer que cayó en desgracia, encuentras una horquilla de alma dislocada, de almanaque de pozo y negrura, no mires a los ojos de quien te pregunte y continua el camino que se desliza entre castaños y abedules.
No preguntes, no te detengas, no mires atrás, allí de dónde vienes viviendo sin humo y sin pincel y abraza la tersura del viento que, va y viene, buscando un lugar en donde implantar su vecindad amortiguada.
Quédate parado en el filo de ese tiempo, que solo los que ya bebieron del barranco desolador de la victoria, conocen como suyo, y del que, solo el sonido de sus timbales inmunes a la luz y al soplo, ponen abundancia de deseo y mechero, lumbre y asilo.
Si andando una mañana, retuerces el pasado arisco, no preguntes, no mires a los ojos, quédate parado y escucha lo que tendrán que decirte tus entrañas sierpes.
La noche siempre es menos cruel que el día por Miguel Aguilera
El día que George Harrison escribía la canción “Someplace Else” ella y yo hacíamos el amor. No sé bien en qué etapa de nuestra relación estábamos, tampoco sé si coincidía con la primera estrofa o las que continúan, pero sí sé que la tarareábamos en la oscuridad recorriéndonos los cuerpos con las manos, y besando toda aquella extensión de piel que deseásemos. Pequeños e insignificantes, así éramos en esos días, pero aunque fuésemos un punto perdido en el universo todo lo que se hallaba en él mismo convergía completamente dentro de nosotros dos.
Por las noches, en medio de la oscuridad, esa misma canción sonaba una y otra vez mientras el vinilo giraba sin agitarse en el viejo tocadiscos. Qué bonitos tiempos. Los tiempos bonitos deben atesorarse, siempre he pensado eso. Envueltos en sábanas o aún con nuestros cuerpos desnudos y empapados en sudor esa chica y yo nos atrevíamos a cantar aquella canción sin siquiera pensar si era el principio o el fin, si íbamos o veníamos, si era enamoramiento o verdadero amor. Y el miedo se hincaba en medio de la oscuridad como un alfiler profundo que se clava dentro de la carne hasta llegar a tocar el espíritu. Ese dolor fino y punzante nos daba un soplido de realidad, nos intentaba asustar y sucumbir a la idea del “dos son uno”, y aún así ninguno de los dos dejaba de cantar y abrazar y acariciar al otro.
He estado con muchas mujeres en una cama pero ninguna era igual a la anterior, ni tampoco mejor, ni mucho menos peor. En ese ring cuadrado mi cuerpo con el de ellas jugaba un frenesí único y libre. Pero todo fue hasta que George Harrison escribió aquella canción. Ese día lo cambió todo para mí y esa chica estaba junto a mí el día del cambio. Los grandes cambios se producen así, en una milésima de segundo, y por eso son grandes cambios. Pues aquel fue un gran cambio en mi vida. Dentro de aquel ring en que me sumergía por las noches con ella todo era más que armónico; y aunque ambos sin decirnos palabra alguna nos mirásemos como parados al borde de un abismo lográbamos entender e interpretar que aquel momento que vivíamos era único e irrepetible. ¿Tan difícil es entender eso?, me he preguntado muchas veces. Antes sí, me respondí, pero desde aquel día vivir el momento pasó a formar parte de los principios de mi propia vida.
No importaba si afuera había nieve, vientos huracanados o lluvia, dentro había paz. Un microclima se autogeneraba en el momento que el primer acorde de la guitarra de George Harrison sonaba en el aire transportándonos así a esa famosa nube número nueve. Y allí en la nube, la noche era menos cruel que el día y ambos podíamos amarnos, reconocernos y pensar que aunque el tiempo siguiese pasando y la nube desapareciese cada vez que escucháramos aquella hermosa canción los dos sabríamos que hay un único punto en el universo en donde el tiempo nos eligió a nosotros para formarlo.
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Taller Abierto
lunes, 8 de febrero de 2010
Desvelo. Por Noelia.
Acá les dejo a todos aquellos que quieran leer, algunos de los escritos que salen de madrugada, producto de estar con amigas, después de unos mates, con los ojos cansados y lapiceras en las manos... Gracias a Anto y a Vir por esos momentos...
Una inquietud descontrolada,
un sueño apaciguado por recuerdos
soledad descubierta a medianoche,
con destellos de una amargura buscada.
Descuidos de una soñadora mente
que no descansa cuando oscurece,
y un cigarrillo no calma las llamas
aquellas que se encienden y luego…
¿Quién las apaga?
Una inquietud descontrolada,
un sueño apaciguado por recuerdos
soledad descubierta a medianoche,
con destellos de una amargura buscada.
Descuidos de una soñadora mente
que no descansa cuando oscurece,
y un cigarrillo no calma las llamas
aquellas que se encienden y luego…
¿Quién las apaga?
Comenzó el descuido inapropiado de palabras diversas que todo el mundo imagina, pocos dicen… ¡Y lo bien que hacen!
Con la fuerza del mundo entero contestó y argumentó mentiras, con dos puñales clavados en el alma, intentando así quizás, calmar el dolor.
Boca deliciosa, delicadamente dibujada, creadora de mágicos momentos, proyectora de recuerdos, futura imperdonable de dichos…
¿Dónde comienza la boca? En el insulto.
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Noelia Arizaga
miércoles, 3 de febrero de 2010
Yo no quiero a mi Argentina por Lisandro
Yo no quiero a mi argentina
con supremos que lloran el pasado
para despistar el presente olvidado
y descuidar un futuro incierto
cortando las manos al buen intento.
Yo no quiero a mi argentina
Con los pies de la justicia sobre el escritorio
compitiendo por el poder sobre el digitorio
con la mano zurda vestida de militar
ni con los himnos preparados para burlar
Yo no quiero a mi Argentina
Soplándose las uñas por falta de trabajo
fingiendo estar arriba, mientras estamos abajo
ni ver los presumidos que se hacen lucir
con una sonrisa satisfactorias al reír
Yo no quiero a mi argentina
con papel picado de color rojo manchado
con el sol manchado, de lagrimas sangrado
con la blancura de las nubes en medio de la tormenta
y el celeste de mi cielo perdiendo apuestas.
Yo no quiero a mi Argentina
con el grito apagado de la gente
con victimas agregadas en la mente
con el corazón defraudado por las promesas
con los sonidos baratos de falsas orquestas.
Yo no quiero a mi argentina
Llena de mugre sobre el gobierno
sintiéndose en el cielo, habitando el averno
Quiero a mi Argentina con mas esperanzas
quiero decir Argentina con voz de confianza!
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Lisandro E. Penazzo,
Poesía
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