jueves, 29 de octubre de 2009

Calavera. por Noelia.

Nos desvelamos de repente en una noche cualquiera
no calculamos el suspiro ni el instante.
Huimos.

Como dopados de una ira que se saborea
al filo de aquel recuerdo con gusto a arena.

El polvo tose alas
alas que no vuelan.
Y tose el polvo
vuelven las alas al lugar de salida,
nunca lo intentes,
tose el polvo
pero en el polvo te quedas.

Camina junto al viento
la duda que todo lo niega,
no deja objeto sin sombra
ni cielos sin tormentas.
Tormenta pensada, asimilada,
aún así incierta.
Quizás alguna luz se encienda
quizás su sombra cambie
quizás dude del polvo que resta a mis dudas.
Alas incineradas
Suspiramos el instante en el que desvelamos.
Desvelamos de esta vida,de la que solo puedo hablar.
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lunes, 26 de octubre de 2009

Velorio del tío Felipe por Lisandro

A las cuatro de la mañana sonó el teléfono, me levanté entre dormido, atendí. Mi primo Juan me dijo secamente que el tío Felipe había muerto. Me cambié lentamente quejándome, no quería volver a ver a mi familia, a toda esa mersa de falsos, pero bueno, tenía que ir por compromiso.

Primeramente no sentí dolor en el alma por mi tío muerto, y menos por mis primos. No lloré porque nunca fui de desperdiciar lágrimas por quienes no se las merecían. Me senté frente del cajón mortuorio. Mi tía comenzó a gritar lastimosamente:
-¿Por qué mi Dios? ¿Por qué te lo tuviste que llevar? ¿Por qué Dios mío? -Mientras se acercaba la parentela para consolarla, en una carrera para ver quien era el mejor consuelo para ella. Me acerqué a mi hermano y le susurré en el oído:
- Cállenla, que callen a esta loca.
Mi hermano me fulminó con la mirada. Sin pensarlo dos veces me alejé lentamente de él porque de otro modo iba a terminar haciendo compañía a mi tío muerto.
En otra sala, me acerqué a una pequeña reunión de cuatro personas algo ancianas y escuché sus comentarios fuera de lugar:
- Era tan bueno Felipe…
- Sí y buen padre.
- Y un gran trabajador.
Por inercia, una risa o mejor dicho una carcajada en seco se escapó de mi boca. Me devoraron con sus miradas y al sentirme intimidado me fui afuera a fumar un cigarro.
Mi primo Juan se acercó llorando y me abrazó. Yo respondí a su pedido de consuelo soportando que me llenara toda la camisa de moco. Lo acompañé hacia adentro y todos los presentes se dirigieron a abrazarlo desesperadamente.
Cansado me tiré en una silla dejando que mi primo se las arregle solo, y me dormí apenas por cinco o diez minutos, siendo despertado por los murmullos del rezo de un rosario… Malhumorado quise aplacarme con algún recuerdo lindo del tío pero no hallé ninguno.
Siempre les pegaba a mis primos y a mi tía, nunca trabajó, no fue buena gente, estafó a media Argentina… y mi tía, de qué se la daba, siempre fue una mujer con placeres ajenos a los de Felipe. Cada familiar sabe quién es el otro, pero en su falsedad son felices entre ellos.
Mientras a modo de pésame rezaba el Ave María y el Padre Nuestro, me iba acercando hacia los cínicos y el estómago se me revolvía por sus voces falsas, por los que se creen comer santos para después defecar diablos, por los que te regalan el elogio un vez estando muerto mientras en vida te matan sacándote el cuero. Por los que pretenden ganarse el título y decir con orgullo: “Yo estuve acompañando desde el primer momento a toda su familia en el duelo”, y por muchas idioteces más. Y sin pensarlo, o más bien pensándolo pero sin querer actuar, se me escapó un grito de furia:
-¿Por qué Dios permitís todo esto? ¿Decime por qué?
Y todos, como ratones hambrientos se me acercaron, se me abalanzaron para calmar lo que creyeron mi dolor, pero que en realidad era una queja hacia ellos, aunque nunca lo supieron.


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jueves, 22 de octubre de 2009

LA CASA DE LOS MOLINOS por Carla Kowalski


De niña, con mis padres, íbamos a la casa de mis abuelos, un pueblo que quedaba a 40Km. de mi ciudad. Siempre me llamaba la atención del recorrido una casa con tres molinos a su alrededor, que se encontraba a 1/2Km de la ruta, en el centro del campo.
Había algo en ella, que me hacía pegar mi cara en la ventanilla del auto, algo mágico y diferente, que me llamaba la atención y no sabía que…
Pasaron los años y fui creciendo, pero mi cara pegada en la ventanilla no cambiaba.


La última vez que fui de mis abuelos, cuando volvíamos del cementerio por el fallecimiento de mi abuela, era de noche y yo tenía 16 años.
Volví a acercarme a la ventanilla, pensando que era la última vez que vería la misteriosa casa de los molinos. Pero ésta vez fue diferente, cerca de la ruta, de frente a la casa, había dos ancianos. Nuestras miradas se cruzaron, pero para mi sorpresa los dos me miraban con odio y uno de ellos me señaló. Despegué mi cara de la ventanilla rápidamente, sentí mi corazón latir con fuerza, estaba asustada, angustiada. Les comente a mis padres si habían visto a los ancianos, pero ellos no habían notado a nadie en el camino.
Pasaron dos años, y yo nunca deje de pensar en esas personas. Soñaba con ellos, tenía pesadillas terribles…
Luego de reflexionar, tome una decisión que me cambiaría la vida. Cansada de mis pesadillas, resolví ir a la casa de los molinos, quizás así terminaría con la obsesión que e rondaba todos los días.
Me levanté temprano y me subí a mi auto. Cuando manejaba sentía escalofríos, no sabía con qué me iba a encontrar. Me tranquilizaba pensar que quizás era solo una fantasía de niña.
Llegué al campo y me adentré en el camino que llevaba a la casa.
Cuando descendí del auto, vi a los dos ancianos sentados en unas reposeras. Al verlos de cerca me di cuenta que sus rostros me eran conocidos, pero no lograba descubrir quienes eran.
Al unísono dijeron: -Te estábamos esperando.
No sabía que decir, estaba terriblemente asustada.
La anciana se levantó y mirándome fijamente dijo:-Por tu culpa estamos atrapados aquí- mientras me señalaba. Yo seguía sin poder emitir palabra.
El hombre se paró y se me acercó dos pasos: -Dentro de unos años tomarás una decisión que hará miserable la vida de mucha gente, destruirás vidas como las nuestras- Agregó.
-¿Qué?, ¿Quiénes son ustedes?- Alcancé a decir.
Ellos no contestaron a mis preguntas, pero me explicaron:-Nuestra misión es avisarte.
La anciana cambió su mirada de odio, por una de dolor: -Por favor… no lo hagas…
Después de pronunciar esas palabras desaparecieron ante mis ojos..
Corrí a mi vehículo desesperada, aceleré con fuerza, quería alejarme de ahí. No entendía. Miles de emociones recorrían mi cuerpo.
¿Sería real lo que había vivido? ¿Yo podría causar algo terrible en el futuro? Como saberlo…
Sólo me quedaba la esperanza, de llegado el momento que ellos mencionaron, tomar la decisión correcta.

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domingo, 18 de octubre de 2009

PASOS SOLOS por Susana Ferreira

Cuando la vida se pone difícil,
y tan pesada…
Y uno arrastra los pies
empujando el aire,
y no llega a tiempo,
y no tiene ganas,
y no tiene ánimos.
Para no sucumbir,
cuando voy cabeza gacha,
digo tu nombre despacio…


Casi es un rezo.
Digo tu nombre rezando,
casi es un credo
Digo tu nombre
y adentro siento el calor de tu aliento
para no rendirme a los miedos.

Digo tu nombre en silencio
toda la fuerza que tengo
son pocas letras que enredo
entre las quejas,
los años que pasan.
los sueños maltrechos…
Y tu nombre es remedio.
Elixir que cura
y que solo yo bebo.
Tu nombre…mi Rey,
es mi infinito consuelo.

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jueves, 15 de octubre de 2009

TALLER ABIERTO OCTUBRE

Como ya todos saben una vez por mes publicamos el trabajo de nuestras visitas.
En este caso nos visitan Emiliano Gabriel Pascal y Pablo Feliziani.
A continuación encontrarán una pequeña reseña de cada uno, luego, para leer sus textos, cliqueen "leer mas".

Emiliano Gabriel Pascal, tiene 22 años, vive en Adrogué, provincia de Buenos Aires, Argentina. Estudia letras en UNLZ. Mantiene el blog: Refugiofantasia.
Nos regala su cuento "Carta Nº 2"

Pablo Feliziani, es de Villa constitucíon, Santa Fe, Argentina. Cursó el colegio primario y secundario junto con nuestro compañero Iván Ignacio. Es Instrumentador Quirurgico y estudia 2do año de Profesorado de Filosofia en Rosario. Tiene 28 años. Y nos trae su texto: "¿Qué nos pasa que no podemos estar solos?"



¿Qué nos pasa que no podemos estar solos? por Pablo Feliziani

¿Qué nos pasa que no podemos estar solos?
¿Nunca se hicieron esta pregunta? Algunos sí, y se atrevieron a vivirla que fue lo más desafiante en esto de intentar darle una respuesta a esta pregunta.
Estar solos nunca es malo, siempre que se lo haga en su buena medida, no es malo sino que es saludable. Es ese espacio y momento donde tus ideas, recuerdos, anhelos, etc. se hacen más que evidentes y presentes.
Lo desafiante es animarse a vivir solos, sin apoyos, sin derroteros aparentes, más que la propia fe…
Quienes se animaron a vivir esto gozan con ello y son felices. Sí muy felices en un mundo que no sabe de ésta soledad, no de la otra que sí sabemos; la de no darnos tiempo para nosotros mismos por estar siempre dependientes de otros o relacionados de una manera hasta patológica. Hoy estar solos es signo de debilidad, hasta de patología para los más extremistas…
Darse el momento de soledad no es ser un solitario, es ser amigo de uno mismo, es quererse a uno mismo. Es entrar y ver que hay, para luego salir y ver que dar.
Nos vaciamos día a día entre mil ocupaciones, las cuales muchas no son tan necesarias. Vaciados y sin sentido, porque claro, estar solos implica un poco de silencio, su gran amigo…
Quienes se animaron a vivir la repuesta nos enseñan a callar para encontrar la nuestra, la que nos es muy propia, la tuya, la mía. Por eso yo callo ahora, para
Encontrar la mía y empezar a vivirla…



"Carta Nº 2" por Emiliano Gabriel Pascal

Buenos Aires, sábado 14 de Octubre

Querida:

Tampoco anoche pude dormir, no sé por qué te lo cuento, tampoco por qué lo escribo, lo único cierto es que no he dejado de pensar en vos, en tus ojos, pero sobre todo en tu mirar. Sabés, esta carta pretendió ser más larga, lo fue y sin embargo, fue borrada.

De todas formas hay algo en todo esto, la desaparición de la vieja carta, el volver a escribirte y el suponer que me leerás; que me hace pensar en una situación dramática, es decir, artística. Te veo sentada en la puerta de tu casa abriendo la carta, sorprendida pero alegre y a la vez un tanto feliz, te veo leyendo y releyendo cada una de las líneas y pensando qué me vas a contestar, te veo sonreír y eso me encanta.

¿Sabés? Hace mucho que se me planteó esto de escribirte y sin embargo, el obrar del azar o el capricho de algún dios (acaso la intervención divina de algún demonio) me han frenado en el impulso inicial de enviarte cualquier barbaridad. Pensaba escribirte un poema, luego un cuento, y luego dije “a lo mejor un simple mensaje de cariño o de afecto”. Pero no, nada de eso fue enviado ni escrito, el tiempo o vaya a saber qué otro fantástico ser me han despojado de esa idea inicial, intuitiva y levemente patética. Hoy, aunque no creas, algo más maduro, pienso que estas líneas deben de ser preciosas. ¿De qué otra manera tendría yo el derecho de hacerte perder el tiempo? ¿Sabés? Estas líneas tienen que ser preciosas y lo son, porque sinceramente van escritas con aprecio.

¿Y sabés lo que es el aprecio? Es no escribir por escribir, es no hablar por hablar, es saber callar y saber decir en el momento oportuno. Cuántos poetas hay que sólo escriben por el simple impulso de ver algo suyo publicado, Vida, yo escribo porque me gusta escribir, la escritura es en primer lugar un acto onanista y luego que vengan a decir cualquier cosa. Y sin embargo, la escritura también es para comunicar, pero a veces se queda tan corta...

Sí, porque uno no sabe ya qué palabra inventar para decirte lo mucho que se te quiere, que se te adora, que se te ama; entonces lo único que a uno le queda es escribir y escribir febrilmente para que este impulso que del corazón cae hacia el brazo y del brazo a la mano sea expuesto en el papel. Nena, me enseñaste a escribir con la mano izquierda, con el corazón.

Y ¿sabés? Ahora pienso que incluso esta carta que cuenta una verdad no debería ser leída por tus ojos. Acaso creo mejor proponerte algo, una labor poética o tal vez esa palabra me quede algo grande a mí, pero no tanto a vos "mi pequeña poeta". Cosa del destino o, como bien he escrito antes, intervención divina de algún demonio; la carta anterior se me perdió. Era, por supuesto, algo más extensa, algo más tediosa, pero a la vez algo más impulsiva, romántica y por ende cursi o patética. Sin embargo, estos extravíos no previstos suelen ser enriquecedores, por ejemplo ahora se me viene la idea de una historia, una novela escrita por dos narradores distintos y creo que para ser más real o para ser sincero, teniendo en cuenta mi poco arsenal lingüístico, debería ser escrita por dos autores diferentes. De un lado vos, la mujer poeta y por el otro yo...

Pensaba que esta historia debe narrar la vida de dos personas que se alejan, en el tiempo actual, y que no tienen otro medio de comunicación como no sea la carta. Entonces ellos, que ahora se ven separados por una distancia infinita de cosmos o espacio, escriben una y otra vez y una más, pero ninguna de las versiones les gusta. Con la primera saben que preocuparán demasiado al destinatario; con la segunda piensan que se demuestran muy fríos o demasiado melosos; con la última, la más concisa, no están de acuerdo, pero conceden que es la que más gustará al lector. Ellos escriben y escriben mucho, pero hay cartas que escriben y no mandan esas "Cartas que no se envían" serían nuestra historia.

¿No te parece hermoso? ¿No es cierto que es fantástica la historia? Claro que el procedimiento se agotaría muy rápido y lector de la novela se cansaría también demasiado pronto, pero no importa, ya surgirán otras ideas mucho mejores, ideas de seguro tuyas.

Es hermoso escribirte, es hermoso como cuando estás a mi lado en silencio y yo juego con tus rulos y te veo esos ojos verdes y me pierdo y me ahogo en tu mirar, tu mirar que es tan profundo como el mar. Entonces yo me siento tan pequeño a tu lado, tan pero tan chiquito y lo único que quiero es abrazarte y quedarme ahí a tu lado. ¿Ves?, no puedo salir de lo patético y acaso por eso esta carta no deba de ser enviada...


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lunes, 12 de octubre de 2009

"Ruidos" por Iván Ignacio

Un sonido me despertó por muchas noches. Empezaba todas las madrugadas a la misma hora, lo hacia con una perversa puntualidad. Nunca me animé a levantarme, siempre tapado hasta la nariz, asustado en la cama; preferí temer a lo desconocido que animarme a descubrirlo. Cada noche al acostarme me preguntaba si el dramático ritual nocturno seguiría su ciclo o se terminaría al fin. En el primer mes no dormí nunca de corrido. En el segundo pasó algo extraño, mis desvelamientos fueron más esporádicos o bien me acostumbre o algunas noches las fuentes de los ruidos se calmaron.

Fue en la víspera de un feriado que volví muy tarde del trabajar, decidimos cenar afuera con todo el equipo forense. La cena termino tarde, más de lo que yo habituaba terminar el día.
Entré en mi departamento, prendí la luz, ordené un poco el estar para el día próximo y cuando todo estuvo listo apagué la luz del living y por el pasillo me dirigí a mi habitación. A medio camino hacia la izquierda estaba la puerta del baño. Estaba cerrada, fue extraño, siempre la dejaba abierta, ya que tenia problemas de humedad y no tenia ventilación así podría deshumidificarse con otra velocidad. Tal vez la habría cerrado el viento, o yo sin darme cuenta y lo habría olvidado.
Estiré mi mano y cuando tomé el picaporte, una luz del interior del baño se dejó escapar por debajo de la ranura de la puerta. Me quedé helado: -Las luces no se prenden solas.-me dije. – ¿Realmente esto me está pasando?-
Escuché un ruido, lo reconocí, era el mismo ruido que me despertaba con frecuencia por las noche.
También un olor un tanto desagradable incluso para un forense, invadió mis fosas nasales. Lo reconocí.
Suavemente y tratando que los engranajes de la puerta no crujieran, baje el picaporte y empuje. Estaba muy atemorizado mi mano temblaba cada vez mas. Me costaba mantenerla firme, los segundos eran horas, abrir la puerta me pareció una eternidad.
Cuando abrí la puerta, tenía los ojos cerrados, tenia miedo de abrirlos y ver algo que no me gustara. Finalmente luego de un minuto de temblar y fruncir los parpados, los abrí. Mi primera visión fue borrosa, producto del encandilamiento.
Recuperada con rapidez la visual, noté una figura femenina peinándose frente al espejo, la veía de costado. Si bien era una mujer, no era una desarrollada, era una jovencita que muy concentrada no dejaba de peinarse, ni de mirarse al espejo. Estaba vestida de monja, tal vez lo era. Noté que tenía un embarazo avanzado. Su rostro era pálido, los labios morados e indiscutiblemente el olor nauseabundo lo emitía su cuerpo.
-¿Quién es?, ¿Qué hacia ella acá?- me pregunté a mi mismo.
Petrificado como estaba, estiré mi mano y apagué la luz, la prendí rápidamente, hice este juego un par de veces. Ella se dio vuelta y me miró. Noté una marca bordó en su cuello, también vi sus pupilas dilatadas. Su aspecto era peor de lo que imaginé primeramente. Tenía tierra en el pelo y gusanos lumbriformes en las orejas. Estiré mi mano y saqué el más grande.
Recostó su mejilla en mi muñeca y la frotó, una sonrisa dulce fue su respuesta. Se me acercó con lentitud, mi cuerpo no respondió, eran mis articulaciones propias de una escultura de mármol. No pude retroceder. La reconocí era una monjita de catorce años que había llegado a la morgue hace unos seis o sietes meses. Fue encontrada con una carta para su amante, que la fornicó sin besarla jamás.
Ya muy cerca el uno del otro, se colgó de mi cuello y me besó, no se por que no me retiré hacia atrás. Estaba siendo besado por el cadáver de una monjita embarazada. Tal vez sentí que no debía hacerlo, o tal vez no pude negarme o probablemente no reaccionaba ante nada.
Cuando me soltó, expresó una sonrisa de plena felicidad. El espejo reflejaba en mi palidez igualada solo por algún cadáver.
Estaba conteniendo mucha tensión estos últimos meses. Y más en este último minuto. Se dirigió a la bañera y se recostó.
Yo, me estaba sintiendo cada vez más débil y más mareado. Ella empezó a pujar, lo último que recuerdo fue salir de sus entrañas un poco de sangre.
Me desperté en el piso, un llanto de bebe me alarmó. Estaba en la tina, solo, abandonado. Lloraba mucho, lloraba por que tenia hambre.

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jueves, 8 de octubre de 2009

Dos siguen siendo dos. Por Noelia.

Si fuera el recuerdo en tus ojos
inmutable permanecería tu lado,
y a cada instante que veas la luz,
al menos verás que una sombra rodea el lugar.


Si fuera un obstáculo en tu camino
contra mi ánimo desaparecería.
Como se oculta el sol al atardecer,
como una noche sin luna, que nada brilla.

Si fuera tu sueño
dormiría disponiendo en que pensar.
Transmitiría lo necesario
y me sentirías hasta respirar.

Si fuera tu refugio
me verías armando un fuerte.
Nos pondremos las armaduras que precises
para que solo nuestras almas se encuentren.

Si fuera tu vida
dejaría que te quedes con todo lo que tengo,
hasta que te lleves por completo aquello que me dejás:
mi alma, mi ilusión y mis sueños.

…Pero sólo sos el amor de mi vida,
y si dejo de lado mi camino
no podría darle el valor que tiene
el tenerte cerca, a cada latido.

…Sólo sos el amor de mi vida,
y si me diera cuenta de que tus pasos obstaculizo,
me alejaría por completo
y sería un destino olvidado, la felicidad a tu lado.

…Sólo sos el amor de mi vida,
y si nos alejamos del resto de aquello que nos rodea
inmersos en una nueva soledad,
moriría. Porque sola me quito el derecho a poderte abrazar.

…Sólo sos el amor de mi vida
y si de algo estoy segura, es de querer estar
para compartir cada noche hasta el final.
Mi vida, no te le voy a dar.
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lunes, 5 de octubre de 2009

Mi Kapasulino por Lisandro


Ellos saben quién soy, cómo soy, y por qué soy. Ellos me conocen en los versos, en mis matices y en el círculo armonioso o alterado de todo color, toda sensación.
Ellos saben que el color verde me identifica y que lo incluyo y lo nombro antes que otros colores… Verde de esperanza que siempre lo llamo “mi verde de confianza”, porque la suelo tener la mayor parte de mi tiempo.
El blanco es la pureza, que la uso cuando quiero, y la inocencia que guardo en las profundidades de mis más adentros… Ya no encuentro esa blancura, y prefiero no buscarla.
De un rojo pasión, a un rojo gastado pasan los amoríos por diferentes versos, los incluyo en un noventa por ciento. Me gusta contarlos, vivirlos, sentirlo, sufrirlos e inventarlos.
“El gris también es un color” (dijo una gran amiga) que me sabe llevar a la monotonía, a esos días donde las sensaciones son netas y los pensamientos nulos, permitiéndome el sabor agridulce de algunas líneas.
Al negro no lo veo como un color oscuro, es bastante claro para las coplas tristes y agónicas… es uno de mis preferidos.
El amarillo es la picardía de mis actos, humor irónico del ir y venir por cada situación alarmante… Me hace trastabillar por los rincones de todo sentimiento, y es un buen recurso para enfrentarme a distintas realidades.
El azul, fuente de vida y creación como la tinta de una pluma, fuerza que se manifiesta en mis estados de energía, muchas veces en la venganza… pero es débil ante las lágrimas de sangre y la congoja ardiente.
También el violeta es el deseo de mis sueños, los sueños de mis ilusiones, y las ilusiones de añoranzas y las añoranzas de mis tiempos y etc etc etc.
El anaranjado representa el odio de mis inventos, nunca lo tengo presente, pero en cuanto haya oportunidad voy a temerle demasiado…
Y al plateado lo utilizo como escudo para aquellos que me ofenden a las espaldas… Son mis ojos ciegos ante una realidad que me lastima, a veces me perforan, pero otras, los puedo hacer revotar.
Ellos, esos colore de mi imaginación e inspiración forman mi kapasulino. Todos lo tenemos presente y escondido en cualquier rama del arte. Particularmente mi mente, mi alma y mi corazón son simplemente papeles en blanco que dependiendo del estado en que me encuentro me pintan cualquier letra de siesta o de madrugada.
No se escriben, se pintan, se mezclan, me manchan, interactúan de una forma alocada… Sueles reír, llorar, pelear sufrir soñar y amar… pero siempre con esa locura de sabor dulce.
Mi Kapasulino cada vez esta más alocado y quiere ser visto por los demás. Yo le doy el espacio y trato de demostrarlo, no sé si es la mejor manera, pero me hace feliz…
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jueves, 1 de octubre de 2009

Y SÍ… ME CAI DE LA ESCALERA por Carla Kowalski


Eran las 4 de la tarde de un lunes cuando salí al patio de mi casa para destender la ropa seca. Subí a la escalera que me lleva a la terraza y junté dos remeras y 1 par de medias. Bajaba tranquila cuando de pronto, como una revelación, me vi cayendo de cara, rompiéndome todos los dientes, quebrándome la nariz y sacándome un ojo. Gracias a esa visión, fue que con fuerza tiré hacia abajo, cayendo sentada de costado y doblándome un pie.

Obvio que me dolió, pero no tanto… pero como estaba sola, empecé a lloriquear con un “ay… ay… ay” para ver si me sentían los vecinos. Pero tampoco había nadie. Lo más extraño es que no era que necesitaba que alguien me levantara, pero tenía la necesidad de escuchar:-¿Estas bien? ¿Necesitas algo?- Para poder decir con cara de sufrimiento y lástima: No… puedo sola.
Como no apareció nadie, me tuve que levantar solita. Conclusión: Esguince de pie y una bota aparatosa que parece un patín roller sin rueditas, que uso hasta para dormir.
Pero, todo esto, tiene un comienzo, un elemento protagonista que es: la escalera, que tiene el honor de ser llamada: “Escalera de mierda”.
Primero porque la casa no tenia escalera, a mi se me ocurrió colocarla para tender la ropa en la terraza, en un tendedero chiquito que entra en el patio… (Si, ya se, no se entiende).
Pero yo quería tener una terraza, y me compre un banquito de plaza para sentarme los días de sol. ¿Cuántas veces me senté? 4 o 5… El uso que le doy es apoyar el cesto de ropa mojada mientras la tiendo (si, un desperdicio).
Para colmo, mi patio es muy chico, así que con la escalera no se aprovecha, puse una mesita de plástico y 4 sillas…. pero están todas apiladas. O sea, no me siento ni en el patio ni en la terraza.
Y el motivo de la caída fue porque al ser un patio pequeño, no había espacio para escalones anchos y no queda otra que subir de costado, para llegar al tendedero que entra en el patio, pero que está en la terraza, porque abajo la escalera ocupa lugar y están la mesa y las sillas apiladas en las que nunca me siento. Eso sí, en los cumpleaños, cuando me quedo sin asientos, siempre me salvan las sillas apiladas.
Otro uso que le iba a dar a la escalera, era en la parte de abajo del descanso, hacer como un placarcito porque me pensaba comprar una cortadora de césped, que nunca compre, porque por mas que le dije al herrero que me hiciera los escalones tapados, me los hizo con unas rejitas para que me salga mas barato, cuando yo le había dicho que no me importaba porque quería el famoso descanso tapado para resguardar la cortadora de césped de la lluvia, pero ni tampoco eso logre.
En fin, quizás saque la escalera, o la rompa o la prenda fuego, porque desde el momento en que la vimos colocada, con los hierros, toda aparatosa, ocupando todo el patio, alguien dijo: “Alguno se va a caer”.
Y sí… tenía que ser yo.
Pero la pregunta que me da vuelta en estos días es ¿para qué mierda quería una escalera? La verdad, no logro respondérmelo.

14-08-09

(Para todos los que me preguntaron, Sí, es real.)

La caída que pudo ser... jejeje



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