Lisandro, Noelia, Susana, Silvina, Carla e Iván
Con motivo de celebrar estos tres años de el taller en el blog, hemos elegido los textos que mas nos gustaron en estos años para publicarlos nuevamente:
Lisandro Penazzo: DE HUMILDE ARTE
Estas convirtiéndote en inspiración,
si bien tengo un poco de miedo,
desasirte de la tinta no puedo,
comienzo a escribirle a tu corazón.
Hace tiempo quería poetizarte,
hoy la incertidumbre desapareció,
mi perspectiva por ti cambio,
ya eres musa de humilde arte.
En este papel te doy vida mujer,
hermosa muchacha de mis sentidos.
Imagina que te hablo en el oído
invitándote en mi tiempo del querer.
Es que siento y pienso que te quiero,
pero dejo todo en mano del destino,
quizás algún día en mi camino
pueda seguir a la par tu sendero.
Y mi alma ya no está vacía,
con tu luz está cambiada,
ahora duerme, estás cansada...
mañana continuamos la poesía.
si bien tengo un poco de miedo,
desasirte de la tinta no puedo,
comienzo a escribirle a tu corazón.
Hace tiempo quería poetizarte,
hoy la incertidumbre desapareció,
mi perspectiva por ti cambio,
ya eres musa de humilde arte.
En este papel te doy vida mujer,
hermosa muchacha de mis sentidos.
Imagina que te hablo en el oído
invitándote en mi tiempo del querer.
Es que siento y pienso que te quiero,
pero dejo todo en mano del destino,
quizás algún día en mi camino
pueda seguir a la par tu sendero.
Y mi alma ya no está vacía,
con tu luz está cambiada,
ahora duerme, estás cansada...
mañana continuamos la poesía.
Noelia Arizaga: DOS SIGUEN SIENDO DOS:
Si fuera el recuerdo en tus ojos
inmutable permanecería tu lado,
y a cada instante que veas la luz,
al menos verás que una sombra rodea el lugar.
Si fuera un obstáculo en tu camino
contra mi ánimo desaparecería.
Como se oculta el sol al atardecer,
como una noche sin luna, que nada brilla.
Si fuera tu sueño
dormiría disponiendo en que pensar.
Transmitiría lo necesario
y me sentirías hasta respirar.
Si fuera tu refugio
me verías armando un fuerte.
Nos pondremos las armaduras que precises
para que solo nuestras almas se encuentren.
Si fuera tu vida
dejaría que te quedes con todo lo que tengo,
hasta que te lleves por completo aquello que me dejás:
mi alma, mi ilusión y mis sueños.
…Pero sólo sos el amor de mi vida,
y si dejo de lado mi camino
no podría darle el valor que tiene
el tenerte cerca, a cada latido.
…Sólo sos el amor de mi vida,
y si me diera cuenta de que tus pasos obstaculizo,
me alejaría por completo
y sería un destino olvidado, la felicidad a tu lado.
…Sólo sos el amor de mi vida,
y si nos alejamos del resto de aquello que nos rodea
inmersos en una nueva soledad,
moriría. Porque sola me quito el derecho a poderte abrazar.
…Sólo sos el amor de mi vida
y si de algo estoy segura, es de querer estar
para compartir cada noche hasta el final.
Mi vida, no te le voy a dar.
inmutable permanecería tu lado,
y a cada instante que veas la luz,
al menos verás que una sombra rodea el lugar.
Si fuera un obstáculo en tu camino
contra mi ánimo desaparecería.
Como se oculta el sol al atardecer,
como una noche sin luna, que nada brilla.
Si fuera tu sueño
dormiría disponiendo en que pensar.
Transmitiría lo necesario
y me sentirías hasta respirar.
Si fuera tu refugio
me verías armando un fuerte.
Nos pondremos las armaduras que precises
para que solo nuestras almas se encuentren.
Si fuera tu vida
dejaría que te quedes con todo lo que tengo,
hasta que te lleves por completo aquello que me dejás:
mi alma, mi ilusión y mis sueños.
…Pero sólo sos el amor de mi vida,
y si dejo de lado mi camino
no podría darle el valor que tiene
el tenerte cerca, a cada latido.
…Sólo sos el amor de mi vida,
y si me diera cuenta de que tus pasos obstaculizo,
me alejaría por completo
y sería un destino olvidado, la felicidad a tu lado.
…Sólo sos el amor de mi vida,
y si nos alejamos del resto de aquello que nos rodea
inmersos en una nueva soledad,
moriría. Porque sola me quito el derecho a poderte abrazar.
…Sólo sos el amor de mi vida
y si de algo estoy segura, es de querer estar
para compartir cada noche hasta el final.
Mi vida, no te le voy a dar.
María Susana Ferreira: OJALA TE ENAMORES:
Ojalá te enamores…
De unos ojos sinceros,
De unas manos mansas…
Y que te cierren los ojos
Sus besos y palabras.
Ojalá que te sientas
Flotar en nubes blancas…
Y que te erice la piel, su fragancia,
Y que te doble de amor, su mirada…
Ojalá te enamores tanto…
Que no sientas los días,
Que no veas las noches,
Que no exista el dolor…
Que el amor te haga fuerte
Y te lleve en brazos.
Que el amor te haga grande
E igual no puedas abarcarlo.
Que te haga reír hasta quedar exhausto…
Que te haga soñar eternamente enamorado…
Que la vida desborde de ti.
Que te sientas… humano.
Que no puedas dormir
Porque es un sueño profano.
Que sea tan parte de ti,
Y en ti uno solo…Tu ser amado
Ojala te enamores, hasta que no puedas pararlo.
Que el amor sea todo lo que hubieras deseado!
Y que un día…despiertes transpirando, aterrado.
Porque tu cuerpo presiente que ese amor era falso
Y que te sangren los ojos
Y que te tiemblen las manos
Y que se burlen de ti;
Sus perfumes impregnados,
Los recuerdos incrustados…
Y que te sientas morir
Una y otra vez, como yo lo hago.
De unos ojos sinceros,
De unas manos mansas…
Y que te cierren los ojos
Sus besos y palabras.
Ojalá que te sientas
Flotar en nubes blancas…
Y que te erice la piel, su fragancia,
Y que te doble de amor, su mirada…
Ojalá te enamores tanto…
Que no sientas los días,
Que no veas las noches,
Que no exista el dolor…
Que el amor te haga fuerte
Y te lleve en brazos.
Que el amor te haga grande
E igual no puedas abarcarlo.
Que te haga reír hasta quedar exhausto…
Que te haga soñar eternamente enamorado…
Que la vida desborde de ti.
Que te sientas… humano.
Que no puedas dormir
Porque es un sueño profano.
Que sea tan parte de ti,
Y en ti uno solo…Tu ser amado
Ojala te enamores, hasta que no puedas pararlo.
Que el amor sea todo lo que hubieras deseado!
Y que un día…despiertes transpirando, aterrado.
Porque tu cuerpo presiente que ese amor era falso
Y que te sangren los ojos
Y que te tiemblen las manos
Y que se burlen de ti;
Sus perfumes impregnados,
Los recuerdos incrustados…
Y que te sientas morir
Una y otra vez, como yo lo hago.
Silvina Grimaldi: NOCHES DE VIGILIA:
I
Esa hilatura dispar
de la suma de mis días
hecha de tiento y azar,
(flecha de tinta vulturna)
me ha convertido en quién soy
-parte cruz, parte herejía-
y ha definido que estoy
rendida a tu luz nocturna.
II
Y ya no importa, bien sé,
que la muerte me maldiga,
porque se acorta mi fe
a medida que progresa
este férvido clamor
que a cierta suerte me liga
matándome sin dolor
con una incierta promesa.
III
La promesa de tu amor
que vive sólo en la gracia
de los sueños sin pudor
engendrados en las noches,
aplastados por el sol
con empeño de eutanasia
e infectados de temor,
gestos vanos y reproches.
IV
Esa hilatura dispar
de la suma de mis días
urde una sombra vulgar
que te nombra, me trasunta;
y en cuanto mi corazón
almacena una utopía,
lo sofrena la razón
con un enérgico ¡nunca!
V
¿Libertina ensoñación?
¿Celestial evanescencia?
Esa hilatura dispar
de la suma de mis días
hecha de tiento y azar,
(flecha de tinta vulturna)
me ha convertido en quién soy
-parte cruz, parte herejía-
y ha definido que estoy
rendida a tu luz nocturna.
II
Y ya no importa, bien sé,
que la muerte me maldiga,
porque se acorta mi fe
a medida que progresa
este férvido clamor
que a cierta suerte me liga
matándome sin dolor
con una incierta promesa.
III
La promesa de tu amor
que vive sólo en la gracia
de los sueños sin pudor
engendrados en las noches,
aplastados por el sol
con empeño de eutanasia
e infectados de temor,
gestos vanos y reproches.
IV
Esa hilatura dispar
de la suma de mis días
urde una sombra vulgar
que te nombra, me trasunta;
y en cuanto mi corazón
almacena una utopía,
lo sofrena la razón
con un enérgico ¡nunca!
V
¿Libertina ensoñación?
¿Celestial evanescencia?
El viento aviva el fogón
igual que a mi amor
tu ausencia...
Carla Kowalski: LA CASA DE LOS MOLINOS:
De niña, con mis padres, íbamos a la casa de mis abuelos, un pueblo que quedaba a 40Km. de mi ciudad. Siempre me llamaba la atención del recorrido una casa con tres molinos a su alrededor, que se encontraba a 1/2Km de la ruta, en el centro del campo.
Había algo en ella, que me hacía pegar mi cara en la ventanilla del auto, algo mágico y diferente, que me llamaba la atención y no sabía que…
Pasaron los años y fui creciendo, pero mi cara pegada en la ventanilla no cambiaba.
La última vez que fui de mis abuelos, cuando volvíamos del cementerio por el fallecimiento de mi abuela, era de noche y yo tenía 16 años.
Volví a acercarme a la ventanilla, pensando que era la última vez que vería la misteriosa casa de los molinos. Pero ésta vez fue diferente, cerca de la ruta, de frente a la casa, había dos ancianos. Nuestras miradas se cruzaron, pero para mi sorpresa los dos me miraban con odio y uno de ellos me señaló. Despegué mi cara de la ventanilla rápidamente, sentí mi corazón latir con fuerza, estaba asustada, angustiada. Les comente a mis padres si habían visto a los ancianos, pero ellos no habían notado a nadie en el camino.
Pasaron dos años, y yo nunca deje de pensar en esas personas. Soñaba con ellos, tenía pesadillas terribles…
Luego de reflexionar, tome una decisión que me cambiaría la vida. Cansada de mis pesadillas, resolví ir a la casa de los molinos, quizás así terminaría con la obsesión que e rondaba todos los días.
Me levanté temprano y me subí a mi auto. Cuando manejaba sentía escalofríos, no sabía con qué me iba a encontrar. Me tranquilizaba pensar que quizás era solo una fantasía de niña.
Llegué al campo y me adentré en el camino que llevaba a la casa.
Cuando descendí del auto, vi a los dos ancianos sentados en unas reposeras. Al verlos de cerca me di cuenta que sus rostros me eran conocidos, pero no lograba descubrir quienes eran.
Al unísono dijeron: -Te estábamos esperando.
No sabía que decir, estaba terriblemente asustada.
La anciana se levantó y mirándome fijamente dijo:-Por tu culpa estamos atrapados aquí- mientras me señalaba. Yo seguía sin poder emitir palabra.
El hombre se paró y se me acercó dos pasos: -Dentro de unos años tomarás una decisión que hará miserable la vida de mucha gente, destruirás vidas como las nuestras- Agregó.
-¿Qué?, ¿Quiénes son ustedes?- Alcancé a decir.
Ellos no contestaron a mis preguntas, pero me explicaron:-Nuestra misión es avisarte.
La anciana cambió su mirada de odio, por una de dolor: -Por favor… no lo hagas…
Después de pronunciar esas palabras desaparecieron ante mis ojos..
Corrí a mi vehículo desesperada, aceleré con fuerza, quería alejarme de ahí. No entendía. Miles de emociones recorrían mi cuerpo.
¿Sería real lo que había vivido? ¿Yo podría causar algo terrible en el futuro? Como saberlo…
Sólo me quedaba la esperanza, de llegado el momento que ellos mencionaron, tomar la decisión correcta.
Había algo en ella, que me hacía pegar mi cara en la ventanilla del auto, algo mágico y diferente, que me llamaba la atención y no sabía que…
Pasaron los años y fui creciendo, pero mi cara pegada en la ventanilla no cambiaba.
La última vez que fui de mis abuelos, cuando volvíamos del cementerio por el fallecimiento de mi abuela, era de noche y yo tenía 16 años.
Volví a acercarme a la ventanilla, pensando que era la última vez que vería la misteriosa casa de los molinos. Pero ésta vez fue diferente, cerca de la ruta, de frente a la casa, había dos ancianos. Nuestras miradas se cruzaron, pero para mi sorpresa los dos me miraban con odio y uno de ellos me señaló. Despegué mi cara de la ventanilla rápidamente, sentí mi corazón latir con fuerza, estaba asustada, angustiada. Les comente a mis padres si habían visto a los ancianos, pero ellos no habían notado a nadie en el camino.
Pasaron dos años, y yo nunca deje de pensar en esas personas. Soñaba con ellos, tenía pesadillas terribles…
Luego de reflexionar, tome una decisión que me cambiaría la vida. Cansada de mis pesadillas, resolví ir a la casa de los molinos, quizás así terminaría con la obsesión que e rondaba todos los días.
Me levanté temprano y me subí a mi auto. Cuando manejaba sentía escalofríos, no sabía con qué me iba a encontrar. Me tranquilizaba pensar que quizás era solo una fantasía de niña.
Llegué al campo y me adentré en el camino que llevaba a la casa.
Cuando descendí del auto, vi a los dos ancianos sentados en unas reposeras. Al verlos de cerca me di cuenta que sus rostros me eran conocidos, pero no lograba descubrir quienes eran.
Al unísono dijeron: -Te estábamos esperando.
No sabía que decir, estaba terriblemente asustada.
La anciana se levantó y mirándome fijamente dijo:-Por tu culpa estamos atrapados aquí- mientras me señalaba. Yo seguía sin poder emitir palabra.
El hombre se paró y se me acercó dos pasos: -Dentro de unos años tomarás una decisión que hará miserable la vida de mucha gente, destruirás vidas como las nuestras- Agregó.
-¿Qué?, ¿Quiénes son ustedes?- Alcancé a decir.
Ellos no contestaron a mis preguntas, pero me explicaron:-Nuestra misión es avisarte.
La anciana cambió su mirada de odio, por una de dolor: -Por favor… no lo hagas…
Después de pronunciar esas palabras desaparecieron ante mis ojos..
Corrí a mi vehículo desesperada, aceleré con fuerza, quería alejarme de ahí. No entendía. Miles de emociones recorrían mi cuerpo.
¿Sería real lo que había vivido? ¿Yo podría causar algo terrible en el futuro? Como saberlo…
Sólo me quedaba la esperanza, de llegado el momento que ellos mencionaron, tomar la decisión correcta.
Iván Gianotti: LA FOGATA EN LA TAPERA:
Me encontró caminando por el verde trigo, mientras tocaba las espigas con mi mano, oí en mi mente su invitación. Tenia que ir a la tapera.
Me acerqué, atravesando el campo; esquivando las caídas ramas secas, recorrí el perímetro hasta encontrar el ingreso. Una vez adentro percibí la imagen de quien con seguridad me había llamado. Tenía mi edad, era un niño casi a ser joven.
Estaba en cuclillas, y con una ramita de sauce jugaba en el polvoriento piso, dando pinceladas que no dejaban rastro.
Su imagen era traslucida, inmaterial. Cuando notó mi presencia, se levantó y de a poco se volvió opaco, se materializó. Si tal vez fue un espectro, dejó de serlo por unos segundos, y en ese escaso tiempo me dijo: - Esta no es la tapera, es la otra.-
Se agachó para marcar en la reseca tierra una flecha, señalando el hueco de lo que alguna vez fue la ventana. Mientras observaba la otra tapera, desapareció, sin dejar más evidencia que lo dibujado en el piso. Me tomó un instante darme cuenta. Un sudor frio, salió de arriba de mi sien.
Salí afuera y seguí el camino indicado; A lo lejos, a casi medio kilometro, estaban las ruinas de la otra casa.
El campo era otro, ya no había trigo, esa parcela estaba arada, y caminar por ahí fue dificultoso.
Cuando empecé a andar, sentí pasos detrás de mí, no quería mirar por miedo, las pisadas se me acercaron de a poco, el temor me paralizó las piernas; El sonido de los pasos me alcanzó y cuando temí lo peor, me pasó. Era solo un tenue ruido, que parecía no tener origen.
Estaba atardeciendo y el viento soplaba desde el sur cada vez con más intensidad, no quería llegar de noche, así que apuré la marcha. Llegué agitado.
Unas higueras y unos naranjos rodeaban los muros que quedaban en pie. Esta tapera parecía más pobre y vieja. Había olor a fuego alimentado con leña. Un resplandor se percibía en las paredes.
Adentro estaba la fogata, próximo a su calor había un chico parado, era el que había visto desaparecer. Estaba observando todo con mucho detalle.
Cuando me vio con la poca claridad que quedaba, propia de las últimas horas del día, se me acercó y me interrogó con curiosidad: -¿Quién eres? ¿Que quieres? ¿Por que me llamaste aquí?-
La agitación hizo que responderle fuera demorado, me tomó unos segundos recomponerme.
Al recuperar el aire, yo también lleno de dudas le pregunté. -¿Cómo que yo te llamé?-
-¿No me dijiste que venga a esta tapera?-Preguntó entre exaltado y confundido.
-No.-Respondí
Quedamos enmudecidos.
Un tercero apareció, en silencio entró por detrás de mí, y yo no fui el primero en verle. No había notado su presencia.
-Son dos, son gemelos.- dijo el chico con el que estaba hablando. -¿Qué quieren de mi?-Agregó con mucho temor, dando pasos hacia atrás, hacia un rincón.-
Y empezó a temblar y a llorar agachado, mientras nos miraba.
-No me hagan nada.- Decía. -No me hagan nada.- Repetía.
-¿Qué? ¿Quienes?- Pregunté, pues no sabia que atrás mío había alguien supuestamente igual a mi.
Un espectro se volvió opaco, un fantasma se volvió niño. Sentí como una pisada rompió una ramita a mis espaladas, me di vuelta y lo vi, estaba a menos de un metro. Había poca luz, pero suficiente para verlo. Su sonrisa era macabra.
Para mi era igual al niño que lloraba en el rincón.
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Me acerqué, atravesando el campo; esquivando las caídas ramas secas, recorrí el perímetro hasta encontrar el ingreso. Una vez adentro percibí la imagen de quien con seguridad me había llamado. Tenía mi edad, era un niño casi a ser joven.
Estaba en cuclillas, y con una ramita de sauce jugaba en el polvoriento piso, dando pinceladas que no dejaban rastro.
Su imagen era traslucida, inmaterial. Cuando notó mi presencia, se levantó y de a poco se volvió opaco, se materializó. Si tal vez fue un espectro, dejó de serlo por unos segundos, y en ese escaso tiempo me dijo: - Esta no es la tapera, es la otra.-
Se agachó para marcar en la reseca tierra una flecha, señalando el hueco de lo que alguna vez fue la ventana. Mientras observaba la otra tapera, desapareció, sin dejar más evidencia que lo dibujado en el piso. Me tomó un instante darme cuenta. Un sudor frio, salió de arriba de mi sien.
Salí afuera y seguí el camino indicado; A lo lejos, a casi medio kilometro, estaban las ruinas de la otra casa.
El campo era otro, ya no había trigo, esa parcela estaba arada, y caminar por ahí fue dificultoso.
Cuando empecé a andar, sentí pasos detrás de mí, no quería mirar por miedo, las pisadas se me acercaron de a poco, el temor me paralizó las piernas; El sonido de los pasos me alcanzó y cuando temí lo peor, me pasó. Era solo un tenue ruido, que parecía no tener origen.
Estaba atardeciendo y el viento soplaba desde el sur cada vez con más intensidad, no quería llegar de noche, así que apuré la marcha. Llegué agitado.
Unas higueras y unos naranjos rodeaban los muros que quedaban en pie. Esta tapera parecía más pobre y vieja. Había olor a fuego alimentado con leña. Un resplandor se percibía en las paredes.
Adentro estaba la fogata, próximo a su calor había un chico parado, era el que había visto desaparecer. Estaba observando todo con mucho detalle.
Cuando me vio con la poca claridad que quedaba, propia de las últimas horas del día, se me acercó y me interrogó con curiosidad: -¿Quién eres? ¿Que quieres? ¿Por que me llamaste aquí?-
La agitación hizo que responderle fuera demorado, me tomó unos segundos recomponerme.
Al recuperar el aire, yo también lleno de dudas le pregunté. -¿Cómo que yo te llamé?-
-¿No me dijiste que venga a esta tapera?-Preguntó entre exaltado y confundido.
-No.-Respondí
Quedamos enmudecidos.
Un tercero apareció, en silencio entró por detrás de mí, y yo no fui el primero en verle. No había notado su presencia.
-Son dos, son gemelos.- dijo el chico con el que estaba hablando. -¿Qué quieren de mi?-Agregó con mucho temor, dando pasos hacia atrás, hacia un rincón.-
Y empezó a temblar y a llorar agachado, mientras nos miraba.
-No me hagan nada.- Decía. -No me hagan nada.- Repetía.
-¿Qué? ¿Quienes?- Pregunté, pues no sabia que atrás mío había alguien supuestamente igual a mi.
Un espectro se volvió opaco, un fantasma se volvió niño. Sentí como una pisada rompió una ramita a mis espaladas, me di vuelta y lo vi, estaba a menos de un metro. Había poca luz, pero suficiente para verlo. Su sonrisa era macabra.
Para mi era igual al niño que lloraba en el rincón.